Hurlingham 29 de abril de 1996
Hola señorita Cristina ya pasó tiempo y creo que, como que la extraño mucho, mucho más de lo que extrañe a otras mujeres de mi vida y no sé si pueda esperar a que el destino junte nuestros caminos nuevamente.
Atentamente la saluda: un ser feliz de haberla conocido y que disfruta de la lluvia en su cara.
PD.creo q la ultima vez que la vi, no me anime a decirle las cosas que siento de verdad por usted, es que yo tampoco sé bien que es, quizá sea mi edad o más bien la diferencia de edad que hay entre nosotros, no sé, si de verdad la quiero o quiero lo que soy cuando estoy cerca de usted, no sé, si el sentirme tan joven al verla a los ojos, me enamora, no sé, si al verla llegar lo que me deslumbra de usted, es saber que me sentiré joven a su lado, o amo su alma, su risa, su forma de hablar, de ser, de vivir, la alegría que irradia, los enojos huracanados que expone, su pelo, sus ojos, su nariz ,su boca, sus labios pequeños.
Muero por besarla.
Señorita Cristina definitivamente la amo.
Por favor si dicho esto, usted quizá sienta algo parecido por este pobre viejo, al que usted con su sola presencia hace sentir vivo, por favor respondame por esta vía al mismo remitente, dentro de unos treinta días me mudare y creo que no nos volveremos a ver .
Atentamente de nuevo la saluda: la vejez que morirá enamorado de la juventud.
La hermosa chica recibió la carta y respondió rápidamente. Ella estaba muy feliz ya que se había enamorado de ese hombre solo 35 años mayor. En la carta la joven le decía algo más o menos así :
Villa tesei 5 de mayo de 1996
Estimado señor, yo no sé si,
sea nuestra diferencia de edad pero yo no siento todo eso que usted describe , sin embargo por mi edad lo que sé que siento, es que lo amo con locura y nada más que eso y por ese motivo me gustaría pasar todo lo que el amor nos deje, junto a usted. Así que lo espero en…
La chica lo citó en el lugar donde se conocieron por primera vez .
Ese primer día él, esperaba a alguien, quizá a su esposa, y ella solo estaba allí sin hacer nada, solo sentada en el suelo .
Cuando él la vio no podía dejar de buscar excusas para mirarla, no era su belleza lo que lo atraía sino su todo, su forma de moverse, de mirar, de impacientarse, no la miraba como un hombre mira a una mujer hermosa, sino que era como cuando un hombre se encuentra de repente con algo hermoso e inédito que la naturaleza le presenta, en esos momentos uno no sabe qué mirar y quiere llenarse de esa imagen para siempre, para no olvidarla jamás, recordar el todo, pero cada detalle tambien y asi se sintio nuestro señor, agobiado por la presencia de ese ser, agobiado y desesperado por saber que no la vería más, por saber que solo debía dejarla ir así sin conocerla ni hablar, ni nada, él era muy grande y ya su vida hecha y hasta ese momento fue feliz.
El destino les dio una excusa para charlar y el hombre, se olvidó que esperaba a alguien, se olvidó de su vida, se olvidó del mundo y lo único que le importó fue charlar con la señorita Cristina.
Pasó el tiempo y siempre se veían en cualquier lado, como por casualidad y fue de a poco como creció una amistad entre ellos y, ese platónico amor perfecto.
Pero el hombre nunca se animó a decirle lo que sentía a ella y ella nunca diría lo que sentía. Hasta que el señor , que perdía el mundo cada vez que veía a la joven, se dio cuenta que el destino benevolente que los había juntado, esta vez los separaría sin compasión y para siempre. Así que decidió citar a la chica y confesarle la locura que desataba en él, pero no se animó. Prefirió disfrutar ese momento como siempre lo había hecho, solo charlando, contemplando la belleza de sus gestos, sus labios pequeños reprimiendo las ganas de besarla, para luego seguir con su vida normal.
Pero en el segundo que se alejó de ella, se dio cuenta que no podría seguir viviendo lejos de esa hermosura, así que le escribió esa carta.
El hombre esperó la respuesta de la chica y cada día que pasaba era más largo y cada noche se hacía eterna. Sabía que si la chica no sentía lo mismo por él ya no podría verla y tampoco tendría esas charlas que extrañaba al segundo después que la dejaba.
La respuesta salió del correo, un sábado lluvioso, llevada por un cartero que tenía una resaca terrible asi que despues de dos horas de pedalear con su bicicleta bajo la lluvia, el que llevaba la felicidad de dos personas en su bolso, no se dio cuenta al cruzar la calle, que venia un camion y esta enorme masa de metal no solo destrozó al cuerpo del pobre cartero sino que también fue el verdugo de una de las historias de amor más bella y común de esta vida.
La carta fue a parar arrastrada por el agua de lluvia junto con boletas de electricidad, gas, y tarjetas de crédito a la alcantarilla más cercana. El pobre servidor público ese día llevaba, 57 boletas de electricidad, 34 de gas, 29 tarjetas de crédito y una carta de amor que contenía nada más que el corazón de una joven y la esperanza de felicidad de un hombre.
La chica espero por cinco horas el día de la cita, luego lloro por dos días, después por las noches pensaba en el hombre y al final encontró al amor con el que formó una familia y cada tanto se acordaba de ese señor cuando una vez cada tanto abría una cajita con cosas bobas que uno atesora, boletos de colectivo, entradas a recitales, teatros… y entre ellas estaba la carta de amor que a veces leía.
El hombre, al no recibir respuesta de la señorita cristina asumió que no lo amaba y que no lo querría ver más, entonces aceptó lo que el destino le deparaba y siguió con su vida como si nada hubiese pasado. Pero hasta el dia de su muerte, el amor tan grande que sintió por esa hermosa joven, llegaba por las noches, le presionaba el pecho y no lo dejaba respirar, le hacía casi estallar el corazón, lo desesperaba, lo torturaba, hacía que su mente piense, qué fue de ella y, que quizá fue mejor nunca haber concretado su amor, ya que así siempre sería perfecto.
Solo lograba dormir pensando, en su pelo , sus ojos, su nariz, su risa, sus labios pequeños y cuando recordaba sus ganas de besarla, cerraba los ojos dejando escapar las lágrimas que se fueron sumando. Y solo asi el amor que lo quería matar todas las noches, se iba encerrado en esas gotas de dolor.
Marianghine